MANUEL SORTO: «MI PADRE ME QUERÍA MILITAR Y ABOGADO». Continuación de la entrevista. Segunda entrega.

Manuel Sorto.

Foto: Cristina Zaldua.  Le Journal du Pays Basque.

Presentamos hoy la segunda parte de la entrevista realizada por los miembros de LA ESQUINA DE ÉRIKA Y ÓSCAR a Manuel Sorto.

La primera parte de esta entrevista la pueden leer siguiendo este enlace: https://masalladelos400cerros.wordpress.com/2011/03/04/manuel-sorto-cine-danza-pintura-y-escritura-de-un-sensuntepecano-primera-entrega/

Érika Valencia-Perdomo

Óscar Perdomo León

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Érika y Óscar: Leímos un artículo tuyo en ContraPunto, La Historia de un Huérfano [El cine salvadoreño] , sobre tu experiencia al ver a Alejandro Cotto filmando una película en Sensuntepeque. ¿Qué nos podés contar sobre eso?

Manuel Sorto: Lo único que puedo contar lo escribí en uno de esos textos. Ahí están mis recuerdos de cómo se pasó. Por supuesto que nunca me imaginé, que luego, ya adulto, conocería a Alejandro y que llegaríamos a ser amigos. Allá por 1978 o 79, me llamó para trabajar con él en unos cortos sobre El Salvador que financió una cerveza salvadoreña y que produjo una agencia de publicidad. Ahí nació una amistad que luego nos serviría mucho para realizar la película de Guillermo Escalón sobre Alejandro en 1991. Hasta hoy somos buenos amigos.

Alejandro Cotto (cineasta salvadoreño) y Manuel Sorto. Fotografía tomada por Guillermo Escalón.

Yo tuve la suerte de asistir al rodaje de una de las secuencias de El Rostro: la del combate en el tiangue de Sensuntepeque (lugar de los innumerables cerros, siguiendo el sentido del  nahuat de Pedro Geoffroy Rivas). Yo era un niño y cinéfilo a morir (me lograba meter en el Cine Cabañas hasta a las no aptas para menores, aunque mis primeras películas las vi al aire libre en un patio de la farmacia de Don Federico Chacón y donde cada quien llevaba su silla) y hasta había contruído mi “proyector” con una caja de cartón y proyectaba en el zaguán de la casa e intenté cobrar a centavo la entrada.

***

Alguien pasó gritando por la puerta que en el tiangue el Loco Tincho estaba haciendo una película. El Loco Tincho era uno de los personajes más populares de Sensunte, como  Zangolote o Tarzán, y yo salí corriendo, pero no para ver al Loco Tincho sino que para ver como se hacía la película. Al llegar  al tiangue pude contemplar el rodaje. Para el niño que era en 1959, fue impresionante. Como había una multitud (pleno día de mercado caballar y vacuno) no recuerdo como hice para ver, pero debí haberme encaramado en un palo o en un caballo para poder observar la imágen que retengo: en el centro de un círculo  de mirones, el Loco tincho se batía con alguien a cuchillo o guarisama entre la polvareda levantada por los movimientos de ambos contendientes. Cuando yo me centré sobre el Loco Tincho, este sudaba y se defendía o atacaba con mirada de todo por la muerte o todo por la vida. A la derecha vi un aparato que me pareció enorme y uno o dos o tres señores detrás o al lado de la cámara. Uno de ellos, Alejandro me imagino, hacía gestos, indicándole al Tincho con sus ademanes lo que Tincho debía representar.

Con El Rostro, el cine documental salvadoreño por primera vez participa en un festival internacional de cine, en el de Berlín (RFA). Cierto que no obtiene ningún premio aparte del ser seleccionado, pero como se reza en los juegos olímpicos “lo importante no es ganar sino competir”. Y al menos El Salvador, por primera vez, había tenido con qué participar.

Ex esposa de Manuel Sorto: Pantxika Cazaux, a quien UCA editores le publicó a principios de los noventas su novela Ojo de Venado.
Con Pantxika Cazaux, cuando Manuel Sorto fue jurado en el Festival de Bilbao. Foto: Diario EGIN.

“Esta foto de mi mamá es una de mis preferidas. Está discutiendo con el Poeta Alfonso Kijadurías y su esposa en su casa, en Cuernavaca, México, 1986.”

Érika y Óscar: En Cine Apolo, programa que pasan en el Canal 10 de televisión, vimos unos de tus primeros trabajos cinematográficos. ¿Qué cosas recordás de la  esa película? ¿Adónde podemos ver tus películas?

Manuel Sorto: Te refieres a La Zona Intertidal. La única película de ficción que realizamos Guillermo Escalón y yo. Fue producida por El Taller de los Vagos. El tema es el asesinato político. El asesinato de un profesor, como tantos que fueron asesinados a fines de los setentas por los escuadrones de la muerte. Lo importante era lograr filmarla sin que hubiera problemas, ya que teníamos que viajar con el equipo hasta la playa.

Érika y Óscar: Manuel, en 1982, en la ponencia impartida por Paul Leduc sobre Dramaturgia y autocrítica, en el Seminario de Cine Latinoamericano y Dramaturgia del IV Festival de Nuevo Cine Latinoamericano, en La Habana, él se refiere a vos, a Escalón y a Cero a la Izquierda, en términos muy elogiosos, y lo citamos de manera textual:

“(…)  La vocación del NCL ha sido (o querido ser) la de un cine no individualista, un cine de expresión social, un cine de comunicación popular, un cine de equipo. Esto se ha dicho (y se ha intentado) muchas veces. Y sin embargo en muy pocos casos ha logrado realmente insertarse en lo popular. Sanjinés en Bolivia y Cero a la Izquierda en El Salvador, aparecen como las excepciones que confirman la regla, y no en balde: el movimiento obrero boliviano y el pueblo armado en El Salvador los sustentan. (…)

“(…) la Zona Intertidal (…) Sorto y Escalón con enorme inteligencia y visión cinematográfica inventan una narrativa en la que la película puede existir en condiciones de guerra. Inventan una narrativa que permite a un equipo de 2, dirigir, actuar, fotografiar, y editar la película. Inventan una narrativa a partir de imágenes neutras y sin diálogo, que pueden ser procesadas en cualquier laboratorio, así esté militarizado, sin sospecha alguna de lo que se trama. Inventan incluso, cabe decir, una cinematografía nacional a partir de lo que la condiciona. De las condiciones en las que y por las que nace. (…)”

¿Qué anécdotas recordás de esa película en particular?

Manuel Sorto: Anécdotas hay algunas. Para filmarla sin problemas, dibujé un falso “story board” publicitario para Tick-Tack o el whisky Duncan, no recuerdo, cuya fábrica era de la familia de Guillermo Escalón, el co-realizador y camarógrafo. Así evitamos problemas en los retenes en la ida a la playa. Se filmó en la playa de La Leona, porque era una playa pequeña, arrinconada y poco visitada. Esa película está llena de pequeñas cosas. A nivel técnico, por ejemplo, para lograr la unidad en los azules, Guillermo eliminó el filtro 85. Lo más difícil a filmar fue la escena del encuentro y el “diálogo” entre el  “caracolito” con el Profesor. Sobre todo la toma donde el “ermitaño” (así creo que  llaman a esos “caracoles”, porque cambian de “casa”, de concha, a medida que crecen) se da vuelta y regresa para ver de nuevo al Profesor. A Lynn, mi compañera de la época, se le ocurrió, desde fuera de cámara, golpear la maleta de aluminio de la cámara mientras el ermitaño pasaba enfrente de mi rostro. Ya con esa estratagema no costó mucho, dos o tres tomas. Pero esa película también tiene anécdotas de otro tipo, como por ejemplo, que la camioneta Cherokee que se utilizó, y que era el vehículo “clásico” que utilizaban los Escuadrones de la Muerte, nos la consiguió Armando Herrera, mi editor y Director de la Editorial Universitaria (y que murió el año pasado) era una camioneta de la Rectoría de la Universidad Nacional. Luego, quien la maneja, aunque no se ve, es Baltazar Polío, el realizador de Topiltzin.

¿Y sobre dónde verlas en El Salvador?

Pues seguimos sin una Cinemateca. Sé que el MUPI tiene tres de ellas numeradas: Morazán, Los Primeros Frutos (La Decisión de Vencer) y La Zona Intertidal. Fueron ellos los que le proporcionaron la copia de La Zona Intertidal a Jorge Dalton para Cine Apolo. Podés hablarle a Tania Preza o a Santiago. En otros países están en varias Cinematecas.

Arriba: portada del libro que se editó con las notas de Manuel Sorto que incluye poemas y prosa que “cuenta las aventuras prohibidas y no públicas del montaje de El espectáculo donde usted es el héroe de la Compañía de Danza Androphyne”. Abajo: contraportada del mismo libro.

FOTOS CON ALGUNOS AMIGOS: ÁLVAR CASTILLO, ISRAEL SARAVIA, OLGA SALARRUÉ , CLAUDIA ALWOOD Y LA ESCULTORA VERÓNICA VIDES.
De izq. a derecha: Carlos José Peraza Sorto (hijo de la hermana de Manuel y de Carlos Peraza, de la Fiebre Amarilla), ÁLVAR CASTILLO (músico sensuntepecano) y Manuel Sorto. Fotografía tomada por Camilo Sorto-Cazaux.
Israel Saravia y Manuel Sorto. Foto: Veronique Martin.
De izq. a derecha. Atrás: Claudia Alwood y Olga Salarrué. Adelante: Verónica Vides y Manuel Sorto. Foto de Ricardo Humano.

Érika y Óscar: ¿Cómo ves a El Salvador social y políticamente?

Manuel Sorto: Paloma esta pregunta. Se necesita mucho tiempo para ello y no lo tengo. Lo importante es que al fin, por lo menos se haya logrado la Alternancia Política. Casi 20 años después de una guerra civil y casi 80 después de un genocidio como el de 1932. Nunca hubo Alternancia Política en toda la Historia de la República. Y no hubo el estallido de violencia que la derecha profetizaba se daría en caso de que ganara el FMLN y la izquierda. Eso ya es bastante. Cuidemos la libertad política que tenemos y desde ahí colaboremos, activa y críticamente, de forma positiva para lograr superar la miseria de siglos. “Todos los nunca se llegan”, decía Fabio Castillo: se lo escuché en un mitín precisamente en Sensunte cuando yo estaba cipote y desde entonces se me quedó grabado en la memoria. Vamos a ver al final de este mandato hasta donde los logros del presente gobierno. De todas maneras, la alternancia política es el primer paso hacia una democratización del país.

Érika y Óscar: ¿Qué dificultades presenta el hacer cine en El Salvador?

Manuel Sorto: Todas.

RETRATO DE FAMILIA. De izq. a derecha. Entre paréstesis aparece la familiaridad con Manuel Sorto. De pie: María Inés Moreno Navarrete (madre), Manuel Sorto, Camilo Sorto-Cazaux (hijo) y Carlos José Peraza Sorto (sobrino). Sentadas: Ana Cristina Sorto (hermana) y Carla Peraza Sorto (sobrina). Fotografía tomada por Carlos Mata Gavidia.

Camilo Sorto-Cazaux junto a su padre, Manuel Sorto.

Érika y Óscar: ¿Has visto las películas salvadoreñas “Uno, la historia de un gol”, “Sobreviviendo Guazapa” y “Cinema Libertad”? ¿Qué pensás de ellas?

Manuel Sorto: No he visto ninguna.

Mi hijo vio Cinema Libertad en Toronto y dice que está bien. Es más, creo que dijo que “muy bien”. Y sobre cine, sabe de lo que habla.

Érika y Óscar: Tres cosas buenas y tres cosas malas de Sensuntepeque.

Manuel Sorto:Ese es el tipo de pregunta que no me gustan. Y puedo hablar de Sensuntepeque de hace 50 o 40 años. El de ahora, lo desconozco. Pero veamos.

Su clima era bueno, fresco en relación a San Salvador. No sé si sigue siéndolo.

Me encantaban sus calles, sobre todo cuando eran empedradas: o siempre subís o siempre bajás.

Al menos en mi niñez y juventud, Sensuntepeque tenía misterio. En la noche, caminar cuando no había nadie, era caminar el misterio.

La carreta chillona… el cura sin cabeza…

Si no han subido al Cerro Grande, se los recomiendo. Ahí estuvo la ciudad en la época precolombina. Otro lugar donde me gustaba pasar las tardes era el Parque Cabañas. No sé cómo se mantiene… el camino de colores que lo circunda, creo que arcilla de colores y su cueva que atraviesa el cerro. Tronalagua, Guacotecti… La cosas malas, prefiero no recordarlas.

Érika y Óscar: ¿Cuándo fue la última vez que viniste a Sensuntepeque y a El Salvador?

Manuel Sorto:Poco después de finalizada la guerra, en 1993. Ya para entonces estaban tirando la casa donde nací. Me dijeron que la había comprado la Niña Mercedes Cañas, la que fue mi profesora de Literatura. No pude entrar ya que ella no estaba. Yo andaba con mi hijo, e ibamos para que conociera a mi padre. Fuimos con Joaquín Dominguez Parada, que en un tiempo había trabajado en Sensunte. Tomé una fotos cuyo rollo sin revelar se perdió en el aeropuerto de Nueva York.

En El Salvador estuve por última vez hace poco, a fines del 2009, desde mediados de noviembre hasta mediados de febrero del 2010. También estuvo Camilo.

Érika y Óscar: ¿Comida favorita?

Manuel Sorto: Las pupusas.

Érika y Óscar: ¿Qué último libro has leído? ¿Quiénes son tus tres escritores favoritos?

Érika y Óscar: Tres salvadoreños que vos admirés y por qué.

Manuel Sorto: Y vuelven las tres cosas… En primer lugar a mi madre y a mi padre. A mi madre por su coraje y por aguantar a todos mis amigos. A mi padre por su capacidad de que, siendo de un orígen campesino, pudo enfrentarse a las ciudades sin quebrarse, aunque casi nunca vivió en San Salvador.  También por el respeto que siempre tuvo para mis actividades “artísticas”, aunque no estuviera de acuerdo. Imagínense que me quería militar y abogado.

Roque Dalton, por toda su vida y obra, incluídas sus parrandas. A Salarrué, por su generosidad y sobre todo por su humildad. Uno se le podía acercar con gran tranquilidad. A Claudia Lars por su sabiduría, su honestidad. No tenía pelos en la lengua. Recuerdo que allá por 1971, asesinaron a un sobrino de ella en la carretera Panamericana. Ella declaró a la prensa que esperaba que el gobierno no dijera esa vez que ese también había sido un asesinato de la izquierda. A Roque no lo conocí; conozco a su familia, Juan José, Jorge, Aída. Incluso conocí a su madre y a Roque hijo, el hijo mayor que murió combatiendo en la guerra. A Apolinario Serrano, el dirigente campesino de FECCAS, asesinado en 1979. A Enrique Álvarez Córdova, el millonario asesinado, creo que en 1980 y que fue el primer presidente del FDR. Con excepción de Dalton, a todos pude conocerlos.

Miguel Mármol es otro tipo increíble.

Manuel Sorto y Claudia Lars, en 1971. Fotografía tomada por R. Monterrosa.

Érika y Óscar: ¿Qué música escuchás?

Manuel Sorto: Me da casi igual, siempre que no estorbe o me dañe los oídos. Y depende también del momento. No importa la época ni el género. Solo soy exigente cuando contiene palabras. Tengo muchos amigos músicos, y entre los artistas son de los con que mejor me entiendo. Para bailar prefiero la Salsa. Detesto la Cumbia, por ejemplo. Y me encanta el silencio. La música es como las palabras: si lo que hablamos o tocamos no es mejor que el silencio, pues más vale no hacer ruido. Y a veces prefiero el silencio.

Érika y Óscar: ¿Cerveza o vino?

Manuel Sorto: Vino para comer y cerveza para pasar el rato. Pero eso del comer con vino comenzó en México. En El Salvador no tenemos una cultura del vino. Aquí en Francia forma parte de la identidad, estás obligado a aprender a conocerlos.

Érika y Óscar: ¿No extrañás el mango verde con alguashte y el atol shuco?

Manuel Sorto: Claro que sí. Y los frijoles monos que ya ni hay. Y la yuca con pepescas (que también parece que ya no hay, pepesquitas)  y todo lo del maíz. Y hasta el maicillo: los alborotos por ejemplo.

Espectáculo de Androphyne :  Pierre-Johann Suc y Magalí Pobel, danzan  sobre el agua.  Foto: Guy Delahaye.
Androphyne: Eddy Crampes y Jean Michel Noêl, de El espectáculo donde usted es el héroe.  Foto: Guy Delahaye.
Androphyne: Eric Bernard, de El espectáculo donde usted es el héroe.  Foto: Guy Delahaye.
http://www.androphyne.com/

Manuel Sorto maquillándose para la presentación de la obra de teatro «El retablo del flautista» de Jordi Teixidor, con el grupo GARA y su Pipa de Agua, en Guatemala, en el año de 1973. Fotografía tomada por Guillermo Escalón.

Érika y Óscar: Sabemos que en 1968 Ana Rosa Ochoa, exiliada hondureña, antigua secretaria de Alberto Masferrer y propietaria de la Librería Claridad te propuso para interpretar Clov en Final de Partida de Samuel Becketh al director del Grupo Escena Futura, José Luis Valle. ¿Qué recordás de esa experiencia?

Manuel Sorto: Por una cosa es quizás la experiencia más importante de mi vida: esa propuesta de la Niña Rosita definiría el curso de toda mi existencia. Ello me llevó a penetrar y habitar en este zoológico que es el universo del arte y las letras.  Yo estudiaba mi último año de bachillerato en el colegio Salvadoreño Alemán y durante las vacaciones trabajaba con mi padre en los buses y me ganaba un dinerito con lo que me compraba libros en su librería. Yo puedo pasarme de la música pero no de la lectura. Un día me dijo: fíjese que tengo un amigo que está montando una pieza de teatro y creo que usted es el actor que anda buscando para un personaje. ¿A usted no le gusta el teatro? ¿No le interesaría? La Niña Rosita tenía los ojos azul celeste y ya llenos de cataratas, y a pesar de su edad, debía andar por los 80, su piel era rosadita y suave, como la de un recién nacido. Sucede con algunas personas. Por ella supe que el programa del presidente Araujo en 1931 para su gobierno era El mínimum Vital de Masferrer. Eso me aclaró el porqué del golpe de estado de Martínez y el genocidio  en 1932. Don Alberto no se murió de viejo ni de ninguna enfermedad, me dijo un día: se murió de pura tristeza, por la matanza, solo, allá en Honduras. Luego pude escuchar o leer de alguien ese mismo comentario. La muerte de tristeza de Alberto Masferrer. Con la Niña Rosita comenzó mi educación literaria nacional contemporánea, por ejemplo yo había leído a Alfredo Espino, A Napoleón Rodríguez Ruiz, a Salarrué, a Claudia Lars… los clásicos, digamos, pero muy poco de los contemporáneos, por ejemplo a Roque Dalton, a Álvaro Menen Desleal, a Cea, Argueta, o Quijada, a Geoffroy Rivas, a Escobar Velado. Y fueron autores que encontré en su librería. Aunque ese desconocimiento creo que no era solo un problema mío. Con ella comenzó también de alguna manera mi educación política, con el esclarecimiento o cierta explicación del porqué de algunos de los hechos que componen nuestra historia. Y con su propuesta de actuar en una pieza de teatro iba a comenzar mi educación artística y penetrar en un mundo que solo conocía por lecturas. Hasta entonces yo conocía sobre todo a los autores clásicos griegos, los que conocía por la Niña Mercedes Cañas en Sensunte. Por otra parte, en una pequeña biblioteca que se creó en Sensunte con libros viejos, conocí a algunos franceses como Balzac, Dumas, Zola, el Rojo y Negro de Sthendal, algo de Salgari… Me quemaba las pestañas bajo un foquito de 25 watts en esa biblioteca. Esa biblioteca me ayudó mucho. Luego, más a fondo, un poco de todo con Don Alfredo Betancourt, a quien tuve la suerte que fuera mi  profesor en el Salvadoreño Alemán, quien por esos días me había invitado y llevado a una reunión del Ateneo de El Salvador, donde él era un miembro muy importante, y eso a pesar que una vez me puso cero por ofrecer libros del colombiano Vargas Vila para una biblioteca del colegio que quería fundar. Luego, haciendo memoria, es como si todo se conjurara en ese año del 68, para llevarme a tomar el camino o los caminos que tomé. Bueno, yo le dije que me gustaba el teatro, pero que solo había “actuado” en veladas y clausuras de la escuela allá en Sensunte, y que nunca había visto una pieza de teatro. ¿Pero le interesaría? me repitió. Y le dije que sí, que podíamos probar. Yo hasta entonces no sabía lo que iba a hacer con mi vida después del bachillerato y mi padre dejaba caer de vez en cuando que entrara a la Universidad y estudiara derecho, ya que no había querido probar en la Escuela Militar después del Plan Básico. Porque mi padre me había dicho una vez algo como así: Miré, primero, después del Tercer Curso entra a la Escuela Militar y después, estudia Derecho. Con eso se tienen las dos armas para poder llegar hasta Presidente: los militares tienen las armas pero necesitan las leyes y los abogados controlan las leyes, pero no tienen las armas. El razonamiento de mi padre a principios de los sesentas no carecía completamente de sentido, tenía su lógica desde 1932. El problema era que a mí no me gustaban los uniformes ni las marchas ni los himnos, ni los códigos penales civiles, militares o religiosos. Y tampoco me gustaban los presidentes, desde que había nacido eran militares. Y así duró hasta 1979. Terrible, y patético. Como los capataces en la haciendas. Total que la Niña Rosita arregló una reunión con José Luis Valle para que me conociera. La cita fue por la mañana en los locales de la antigua Escuela de Artes Plásticas, creo que así se llamaba, en el mismo edificio donde estaba el Ateneo y adonde me había llevado don Alfredo Betancourt. José Luis era un hombre joven, flaco y alto, de traje pero sin corbata. Me dijo que me haría una prueba y que haríamos una improvisación. Y planteó los elementos. Estamos en Estados Unidos, me dijo. Yo soy el dueño de una tienda donde no se admiten ni perros ni negros. Usted viene a hacer una compra, y  usted es negro. Y comenzamos. No recuerdo cuanto duró la improvisación. Una discusión acalorada y de todos los tonos y en la que me divertí tanto y me sentí tan bien como solo me había sentido en la clausura de la escuela Fermín Velasco con mi número del dentista. Creo que cuando José Luis ordenó parar fue porque ya no aguantaba la risa. Estaba contento. Todo había sido coherente y me dijo que yo había defendido hasta el final mi personaje. Yo, sobre todo, me había divertido. José Luis había encontrado el actor para su pieza y yo había encontrado una llave importante: el placer de eso que llaman arte: el placer que se obtiene cuando uno siente que eso se ha sucedido. José Luis me entregó el libreto y me pidió que lo leyera tranquilo y nos dimos una nueva cita. Se trataba de Final de Partida, nada menos que de Samuel Beckett, esa bestia del teatro contemporáneo, clasificado como teatro del absurdo. Beckett todavía no era Premio Nobel y yo nunca había lo había oído mencionar. Yo era apenas un recién bajado de Sensunte y sin ninguna orientación de lectura que no fueran las que establecían los programas escolares. Y de la época, se pueden imaginar. Yo leí la pieza. Y no entendí nada. Nada que ver con las cosas “clásicas” que yo había leído. Habían dos personajes centrales: uno, ciego y en una silla de ruedas, Hamm, y otro, Clov, que se desplazaba con dificultad y parecía tener ladillas porque se rascaba constantemente las ingles y en un momento se bajaba el pantalón y se rociaba un producto. Clov hacía lo que le pedía Hamm. Yo no sabía que en alemán Hamm significa martillo, y Clov, clavo. José Luis me lo dijo en la siguiente reunión, que ya fue “ensayo”. Con lo del martillo y el clavo todo se volvió más claro. También había sobre la escena dos tachos de basura en donde estaban otros dos personajes que asomaban las cabezas de vez en cuando para hablar y que adiviné eran los padres de Hamm y que parecían morir en un momento dado, ya que no volvían a asomar sus cabezas. Aparte de eso, no entendí absolutamente nada. Cuando nos reunimos de nuevo, avergonzado, le dije bien claro a José Luis que no entendía mayor cosa. José Luis sonrió. Es normal, me dijo.

Mucho después de terminadas las presentaciones, recuerdo que un día en la Avenida España, me crucé con alguien que desde la acera de enfrente me gritó: ¡Hey! ¿Y qué, ya te curaste de las ladillas?

Con Final de Partida arrancó todo. Ahí me vio actuar Norman Douglas, actor fetiche de Edmundo Barbero en el Teatro Universitario, que cuando decidió lanzarse como director, me llamó para fundar lo que sería El Taller de los Vagos en la Universidad Nacional. Trabajando con el Taller de los Vagos en la Universidad, nos conocimos con los poetas Roberto Monterrosa y Eduardo Sancho, quienes me reclutaron para La Masacuata y publicaron mis primeros poemas. También durante las presentaciones de El Taller de los Vagos en el Teatro de Cámara, hoy Roque Dalton, me conoció Roberto Salomón, que luego me llamaría como profesor para la fundación del CENAR y el Bachillerato en Artes, y así se fue encadenando todo. Y ya no pude zafarme de ese torbellino. E increiblemente todo comenzó por esa simple propuesta de Ana Rosa Ochoa, la fiel Secretaria de Don Alberto Masferrer. En ese año de 1968 que no solo definió el rumbo de mi vida, también fue el año de una revolución político-cultural casi planetaria.

Viejo final de partida perdida, dice Hamm en uno de sus diálogos.

Y cuando Clov, espiando con su catalejo, le dice que hay alguien en la playa, Hamm le pregunta que qué hace. Y Clov le responde: Llora.

Ah, entonces vive, resume Hamm.

No tienen nada de absurdas sus palabras.

Ochoa, en vasco, significa lobo.

Aquí en Eukal Herria, el País Vasco, vine a darme cuenta.

Sensuntepeque, visto desde el parque Cabañas, en 1964. Fotografía tomada por Manuel Sorto.

Érika y Óscar: Si se diera la oportunidad ¿regresarías a El Salvador?

Nota: Lea la respuesta que Manuel Sorto dará a esta pregunta en la tercera y última entrega de la entrevista a este gran artista salvadoreño, que aparecerá en este mismo blog la próxima semana.

Acerca de Óscar Perdomo León

De médico, poeta y loco, todos tenemos un poco. Doctor en Medicina. Amante de la música, la literatura, el cine y la fotografía. Physician. Art lover. Mi blog personal: 1-LA CASA DE ÓSCAR PERDOMO LEÓN oscarperdomoleon.com /////Mis otros blogs son: //2-LA LUZ Y LA SOMBRA laluzylasombradeoscarperdomoleon.blogspot.com
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9 respuestas a MANUEL SORTO: «MI PADRE ME QUERÍA MILITAR Y ABOGADO». Continuación de la entrevista. Segunda entrega.

  1. Ana Mercedes Miranda Morán dijo:

    Dres. Perdomo-Valencia: sólo puedo decir que su trabajo es de una inmensa calidad e interés. Quedo a la espera de la tercera entrega.

  2. René Chacón dijo:

    Manuel:
    Gracias a la iniciativa de estos profesionales, me es grato saber de tí.

    Por cierto ahora por la mañana me llamo Joaco y le prometí enviarle esta entrevista; así como a Israel y otros co-terraneos para que revivan los recuerdos.
    Espero verte cuando vengas por estos lares.

    Fraternalmente

    • Manuel Sorto dijo:

      Querido René, vamos a contactarnos la próxima vez. El Joaco me dio noticias tuyas en la última ida. Sería bueno que Israel la vea. No se si conoce esa foto. En ContraPunto también le dediqué un texto, a él y a Catuyo, creo. Hace más de un año. Un abrazo

  3. Me quedo boquiabierto de esta entrevista de este tesoro sensuntepecano lo que es Don MANUEL SORTO,lo conoci para la generacion mia era un personaje que le llovian las hembritas no digamlos por lo simpatico,tenian una posicion economica muy buena ,su padre don Manuel dueño de un bus,si mal no recuerdo yo estube en ese mitin politico que dio el Dr. Fabio castillo.en el parque central de sensuntepeque.estabamos unos cuatro pelones que sentiamos que la guardia nos hiba a dar un culatazo al terninar el mitin,Israel Saravia coterraneo de manuel vivia a tres casas de mi casa en la cuarta calle poniente,barrio el calvario,Bueno mil gracias Dres.Perdomo-Valencia por compartir estos tesoros sensuntepecanos.

  4. Luis Alonso Sorto dijo:

    Hola Meme sos un verdadero orgullo sensuntepecano, un abrazo.

  5. Carlos Jovel dijo:

    Manuel, me llamo Carlos Jovel, fuimos vecinos en la Atlacatl, espero me recuerdes. Que agradable sorpresa al encontrar tanta informacion tuya, te he buscado y no te encontraba, ojala leas este menssaje y me contestes. Mi hermano Ernesto Jovel tambien esta contento y te saluda al igual que yo!

    • Manuel Sorto dijo:

      Querido Carlos, claro que me acuerdo de ti y tu hermano.
      De los vecinos de ese tiempo, al único que volví a ver es a Leonel Cerrato, en Miami en 1992 o 93. Nos quedamos en su apartamento unos días, con mi hijo Camilo, en ruta para San Salvador.
      Si puedes deja tu dirección con Oscar y la próxima vez que vaya, a ver si nos vemos.
      Un abrazo

      • Carlos Jovel dijo:

        Mi queridisimo amigo, gracias por responder. Yo ya te di mi correo electronico, si te es posible, me gustaria que me contestaras ahi para darte mi direccion, y claro, que si algun dia pasas por aca, con mucho gusto te recibo en mi casa (que tambien es tu casa), Hasta la proxima Manuel y ojala me escribas a mi correo, saludos!

  6. Amigos, Mario Mendoza, Luis Alonso Sorto y Carlos Jovel, trataremos de enviar sus mensajes al correo electrónico de Manuel Sorto. Gracias por visitar nuestro blog.

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